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Cristo Yacente

El Cristo

El Cristo Yacente -conocido popularmente como el Sant Sepulcre- es sin duda la joya del patrimonio escultórico castellonense y una de las más importantes de la comunidad Valenciana. Calificada por los expertos que la han examinado como una obra artística de primer orden, aún hoy se desconocen la autoría y las fechas de realización y llegada a la capital castellonense de esta imponente talla de Cristo muerto.

Las referencias escritas sobre el Cristo Yacente de la Cofradía de la Sangre empiezan a ser frecuentes a partir de 1648, cuando empieza a hablarse de una devoción ya arraigada en la ciudad, aunque existen un par de hipótesis planteadas respecto de referencias escritas anteriores, en 1625 y 1572.

En la escultura del Cristo Yacente algunos investigadores han identificado rasgos estilísticos propios de la gubia de Alonso Cano (1601-1667), especialmente la talla de los cabellos, y también rasgos, más significativos quizá, comunes a los cristos yacentes valencianos de finales del siglo XVI, con los que compartiría esta obra numerosos parecidos, así como una evidente influencia del estilo de Francisco Ribalta (1565-1628), lo cual podría señalar a uno de los escultores de su círculo, Juan Muñoz, como otro posible autor del Cristo Yacente. Pero la vida y obra de Juan Muñoz (fallecido probablemente en Madrid en 1631) es todavía hoy en día un misterio por resolver. Para otros expertos, sin embargo, la imagen es más propia del manierismo del siglo XVI que no del barroco del siglo XVII y responde más al estilo castellano de la época que no al valenciano. Con ello, el debate sobre los orígenes del Cristo Yacente castellonense sigue abierto.

El Cristo Yacente está tallado en madera de nogal y policromado sobre una base estucada con un pigmento blanco denominado albayalde. Es una escultura de tamaño natural -el propio de los hombres de la época en la que se talló- que mide 1,74 m y que fue concebida para procesionar y ser contemplada habitualmente desde su lado derecho, hacia el que tiene ligeramente vuelta la cabeza. Mediante un realismo naturalista, la imagen consigue representar la figura de Cristo muerto a causa de la dura tortura de la crucifixión y sumido, a la vez, en una paz que parece querer señalar la trascendencia. Aunque actualmente ha perdido ya un buen porcentaje de su policromía original, especialmente la correspondiente a su encarnadura, puede contemplarse todavía algo del recurso efectista del claroscuro. La anatomía revela un cuerpo atlético, aunque algo enjuto, con un trabajo muy cuidado de la musculatura y del «rigor mortis».

Durante siglos, la imagen del Cristo Yacente de la Cofradía de la Sangre ha despertado una devoción religiosa que en algunos períodos de su historia no ha tenido parangón en la ciudad. Desde principios del siglo XVIII se le atribuye un origen legendario, según el cual la imagen fue misteriosamente tallada en una estancia del Hospital de Trullols por tres peregrinos que resultaron ser tres ángeles y que con ello agradecieron la acogida. A través de su contemplación, los castellonenses y vecinos de otros pueblos cercanos han invocado y agradecido al cielo en muchas ocasiones la paz, la salud y la prosperidad para estas tierras. Se le han atribuido numerosos milagros y aún hoy, cada Viernes Santo, son numerosas las personas que se acercan hasta la capilla de la Sangre, al caer la tarde, para pasar por debajo del lecho mortuorio en el que sale cada año en solemne procesión, entre miradas curiosas y confiadas oraciones.

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